El batik, a pesar de implicar un largo y meticuloso trabajo, se consigue mediante un proceso muy sencillo. Primero, la cera de abeja se funde en un cazo y se utiliza un cuchillo especial de latón que tras sumergirse en la cera sirve para dibujar los patrones sobre la tela. Una vez seca la cera, la tela se sumerge completamente en una olla de índigo para que las partes no cubiertas por la cera se tiñan del color, y finalmente la tela ya teñida se hierve para separar la cera y de este modo dejar a la vista los claros diseños en blanco sobre el fondo azul.
En el proceso de impresión, el tinte penetra las finas grietas que de forma natural forma la cera cuando se solidifica y rompe, dejando delgadas líneas azules en los diseños en blanco de la tela, lo que aumenta el encanto del producto final. Además, como las líneas son siempre diferentes unas de las otras, no hay dos piezas de batik que sean completamente iguales a pesar de presentar el mismo diseño.
Por otro lado, los motivos escogidos implican diversos significados. Por ejemplo, los diseños circulares y las espirales dobles representan los cuernos de los búfalos de agua, que a su vez son un símbolo de la vida y muerte de los antepasados. Los diseños más tradicionales son los de formas geométricas, y fue por la influencia de la dinastía Han que a lo largo de los siglos se fueron introduciendo diseños más figurativos, como flores, pájaros y peces.
En las zonas con mucha presencia de minorías étnicas, el batik es utilizado para muchos artículos de tela, desde vestidos, faldas, pañuelos y cinturones a almohadones, cobertores, cortinas, manteles, tapices, bolsas y carteras.
Entre los miao, un grupo étnico del suroeste de China, las mujeres aprenden la técnica del batik, así como a tejer y bordar desde una edad muy temprana. La tradición exige que fabriquen su propia ropa, desde los vestidos de novia hasta las mortajas para su funeral.