La hermosa ‘khata’ de las culturas tibetana y mongola

2018-11-13

La khata es una prenda tradicional de seda utilizada como objeto ritual en las culturas tibetana y mongola. Estas prendas presentan longitudes dispares, pues sus características vienen determinadas según el estatus social de la persona para la que haya sido elaborada. De esta forma, aunque la mayoría suele ocupar entre 2 y 4 chi, medida de longitud equivalente a un tercio de metro, también se pueden encontrar de hasta un zhang de longitud, es decir, unos 3,3 metros. En Mongolia Interior, las más comunes son las de color blanco puro o azul.

Para las culturas tibetana y mongola, el blanco representa la lana, la nieve y las nubes, todas ellas símbolos de pureza, fortuna y justicia. Precisamente por ese motivo, las blancas están muy presentes en los aniversarios de las personas mayores y en la recepción de invitados en grandes eventos. El azul, por su parte, es el color del cielo, emblema de la eternidad, la esperanza y la lealtad y, por consiguiente, se utilizan para desear buena salud o para anunciar la celebración de algún tipo de ceremonia destacada. Asimismo, existe un tipo especial de khatas de cinco colores (azul, blanco, amarillo, verde y rojo), que sirve como ofrenda para la diosa Bodhisattva y, además, es también el presente de mayor valor que se puede entregar a un familiar o amigo allegado.

Sobre el origen de esta especie de bufanda existen dos creencias diferentes. La primera explica que fue durante la dinastía Yuan cuando su costumbre llegó hasta las llanuras de esta región autónoma china. Podrían haber sido los monjes tibetanos que llegaron a la zona de Ordos en esta época quienes las llevaron consigo, pues eran un objeto indispensable en las ceremonias que celebraban diariamente, quedando ligado a su cultura para las generaciones posteriores. Sin embargo, también hay quien cree que fue Chögyal Phagpa, el Sakya Trizin, es decir, una importante figura del budismo tibetano, quien introdujo la prenda por primera vez en esa región en 1265, cuando volvía a su hogar desde la capital de la dinastía Yuan, situada en la zona que ocupa Beijing en la actualidad. En aquella época, las khatas contaban en ambos extremos con patrones de la Gran Muralla y, en el centro, llevaban bordada las palabras “felicidad y fortuna”. Se dice que cuando las entregó a los monjes y budistas de los templos de su hogar natal, una tara o divinidad budista que había dibujada en un mural extendió la mano y le pidió una. Desde entonces, se popularizaron y pasaron a ser conocidas por los moradores de la época como “el banderín de las diosas”.

Su uso aparece documentado en Los viajes de Marco Polo, donde se narra cómo los funcionarios de distintas zonas de la dinastía Yuan solían ofrecer regalos acompañados de telas blancas al emperador durante el día de Año Nuevo, en un acto que se consideraba de naturaleza auspiciosa. En el ámbito privado, las khatas se extendieron gracias a los nómadas que salían a pastorear su ganado durante largos periodos de tiempo. Necesitaban llevar consigo todo tipo de alimentos lácteos y licor de leche y, cuando en el camino se encontraban con otros en su misma situación, solían charlar para luchar contra la soledad y compartir alimentos. Poco a poco, dicha costumbre fue desarrollándose hasta crear entre los ganaderos la tradición de intercambiar khatas, pues era una forma de bendecir con sinceridad a aquellos con quienes compartían suerte.

Ofrendarlas está considerada la máxima expresión de etiqueta y cortesía tanto en Mongolia Interior como en el Tíbet. La variedad de situaciones en las que esta prenda es la protagonista es muy amplia y, en cada una de estas circunstancias, adquiere unas connotaciones muy diferentes. Los habitantes de estas dos regiones tienen la costumbre de regalarlas cuando muestran sus respetos a estatuas budistas, visitan a ancianos o a personas por las que sienten admiración, reciben a huéspedes en su hogar, felicitan a alguien o asisten a ceremonias solemnes como bodas o funerales. En una boda, regalar una simboliza desear a los novios que puedan envejecer juntos y que su amor sea duradero. Al recibir a huéspedes, esta prenda representa la hospitalidad y la amabilidad del anfitrión. Durante las festividades, el regalo de una de ellas equivale a pronunciar el más bello de los augurios. Por su parte, el acto de ofrendarla a una estatua budista expresa una oración sincera para recibir su bendición y protección.

Aquí se suele decir que “A los visitantes que vienen de lejos se les debe obsequiar con una khata blanca”. El ritual mediante el cual se regala a otra persona es sumamente complejo y, además, presenta variaciones según el contexto o la persona a la que se dirija. En circunstancias normales, quien hace su entrega la levanta levemente con ambas manos y la mantiene a la misma altura de los hombros. A continuación, estira los brazos hacia adelante, se inclina y le entrega la pieza a su nuevo dueño. En ese momento, debe llegar a situarse a la altura de la cabeza, pues esta posición muestra respeto y estima a la vez que permite desearle a la otra persona que tenga una dichosa y feliz vida. Durante todo el proceso, el anfitrión suele recitar en voz alta la letra de una canción cargada de buenos augurios. Si la persona a la que se dirige el presente es muy respetable o un anciano, a la hora de entregarla es necesario inclinarse hasta llegar a doblar la cadera a unos 90 grados y alzar las manos hasta alcanzar una posición superior a la de la cabeza en señal de deferencia. Cuando, por el contrario, se trata de una persona de la misma edad o menor, se le puede colgar directamente del cuello; pero si se trata de alguien con cierta autoridad o un familiar mayor, se le debe entregar en las manos, para que sea su nuevo dueño quien se la cuelgue por sí mismo. Aquel que recibe tan estimable dádiva también se ha de inclinar para mostrar agradecimiento al aceptarlo. Cuando se trata de una ofrenda para un lama o un monje, estos la toman y se la cuelgan del cuello a la persona que se la han entregado, pues es una forma de indicar que Bodhisattva le brindará su protección.

La khata impregna los sentimientos más puros y sinceros de los que aquí viven. El ritual que envuelve su entrega equivale a la más hermosa intención que una persona le puede desear a otra. Aquel que, en una visita a Mongolia Interior recibe una, debe sentirse afortunado pues quien lo agasaja con tan preciado presente lo estará reconociendo como a su más valioso visitante.

Instituto Confucio


INFORMACIONES ÚTILES