Dibujar con tijeras: El arte folklórico que no acaba de encontrar un hueco en la escena contemporánea

2017-09-07

Es cierto que numerosas culturas y artistas se han servido de tijeras para esculpir, dibujar o pintar sus obras, desde la cultura azteca, con el papel picado, pasando por los inventores del collage, Pablo Picasso y Georges Braques, o bien Henri Matisse, quien cambió los pinceles por tijeras en la última etapa de su vida. ¡Quién podría olvidar al personaje taciturno de Tim Burton, Eduardo Manostijeras!. Sin embargo, el jianzhi  es la práctica más antigua y , a día de hoy, continúa siendo un canon estético perenne.

La leyenda dice que el primer papel cortado, jianzhi (arte folclórico del papel cortado), fue ideado de la mano de una apasionada de la alquimia. Shao Weng, del reino de Qi, creó una figurita en papel evocando a una difunta concubina del Emperador Wu, que estaba sumido en llanto por su pérdida. Con este recorte en papel de cáñamo, simulando el espíritu de la amada Li, la brujería dio origen a un arte que en la leyenda se ubica durante la Dinastía Han. Sin embargo, los papeles más antiguos —descubiertos en 1959 en un yacimiento arqueológico en la provincia de Xinjiang— datan del siglo IV.

El jianzhi, puede ser figurativo u ornamentado con simetrías y patrones. El papel puede ser cortado con cuchillo o con tijeras, rojo o multicolor, dependiendo de las regiones, así como los estilos, que también varían en función de los lugares en China. Este arte sencillo y funcional se ha usado desde hace más de dos mil años con fines decorativos para adornar las casas, y como elemento esencial en celebraciones, rituales religiosos y festividades populares. Podríamos hablar de una práctica artesanal omnipresente en esta civilización milenaria, donde los papeles rojos cuelgan en las ventanas de las casas y los edificios. Algunos se refieren a esta técnica artesanal como la memoria colectiva de la sociedad china. Sin embargo, este lenguaje visual, lleno de contenido simbólico creado para atraer a la suerte o espantar a los malos espíritus, no acaba de calar en los talleres de los artistas chinos en nuestros días. Por un lado, esta práctica artesana se enseña en colegios y universidades, y es Patrimonio Inmaterial de la Unesco; por otro lado, escapa a la atención de los artistas contemporáneos.

La pintura y la poesía eran artes cultivadas por los más educados, el jianzhi, por el contrario, era el arte de la calle, de la gente común, principalmente entre mujeres. Durante el periodo maoísta las artes folklóricas, propias de la gente del campo, adquirieron mayor importancia. Desde 1949, las Estaciones Culturales fueron centros de creación artesanal donde el arte debía reflejar a las masas y servir a la causa del socialismo.

Es extraño que una tradición tan arraigada no haya encontrado un espacio mayor en el arte contemporáneo, al contrario de lo que sí han conseguido otras prácticas milenarias. Este es el caso de la caligrafía que continúa siendo fuente de inspiración y vía de expresión para aquellos que transforman la tradición y la reinterpretan adaptándola a nuestros tiempos.

Quizá sea por la naturaleza efímera del papel, pero lo cierto es que muy pocos han concebido esta cualidad como hilo conceptual de su obra. Si bien toda regla tiene una excepción, este es el caso de Lu Shengzhong, 吕胜中, quien ha traspasado los estigmas del color de la fortuna y ha escapado de los temas populares que adornan los jianzhi: Bodhisattva guanyin, pájaros, flores, animales, bebés, caracteres como fu 福 (felicidad), paisajes–. Su instalación Caminar despacio fue exhibida en 1988 junto a la famosa obra de Xu Bing, El libro del cielo. Otra de sus obras de gran interés fue La llamada del alma (1991).

Parece que, dada la escasez de artistas, que combinan poéticamente el papel y las tijeras, nos tendremos que conformar con contemplar la mayoría de estos recortes en los ventanales de los hogares chinos o sus bonitas sombras proyectadas en las calles.

Yuanfang Magazine


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