Guía rápida del año nuevo en Beijing para el extranjero despistado

2017-02-04

Al extranjero que llega a Beijingla advertencia le llega con meses de antelación: Descarte hacerplanes de viaje para el año nuevo chino. Los precios suben a laestratosfera y los billetes se agotan en minutos. Renuncie, estesequieto, disfrute de la ciudad vacía. La festividad marca elcomienzo de la primavera (aunque en la capital china lastemperaturas sigan bajo cero) e históricamente ha sido tiempo dedescanso y celebración familiar. De modo que descanse ycelebre.

Beijing tiene una poblaciónmigrante muy numerosa que en las últimas décadas, y especialmente apartir de la apertura económica al exterior, llegó a la ciudadatraída por los relatos de progreso y riqueza, dejando atrásfamilia y amigos. Así que cuando llega el año nuevo el número dedesplazamientos es tal que pone a prueba la resistencia de lasinfraestructuras de transporte que el país ha construido a lo largode los años, sean conexiones aéreas o trenes de alta velocidad. Enmandarín hay incluso una palabra para definir el frenesí viajero,"chunyun", que viene a significar "transporte primaveral".

La capital china amanece el viernesdía 27 de enero, último día del año lunar equivalente más o menos ala Nochevieja hispana, como si un cataclismo hubiese borrado a lamayor parte de la población. No se oyen bocinazos en los cruces delas avenidas, el metro en hora punta permite escuchar el eco de lavoz propia y hasta da la impresión de que hace más frío.

La mayor parte de los comerciosestán cerrados y los extranjeros que trabajan al ritmo laboral deOccidente se apelotonan en las colas de los supermercados quesiguen abiertos. Por todas partes se ven los faroles rojos, tancaracterísticos, y en las puertas de restaurantes estampado,también encarnado, el carácter que denota felicidad. Se pronuncia"fu" y es habitual, en un juego de palabras, colgarlo invertido,porque en chino "llegar" y "boca abajo" se pronuncian igual, segúnconsigue explicarle a uno gráficamente una profesora de chino alcabo de varios minutos.

En una ciudad de más de 20 millonesde habitantes siempre queda gente, por mucho que buena parte de losresidentes se haya ido de vacaciones. Y al caer la noche se pone demanifiesto otra de las señas distintivas del año nuevo: elestruendo.

En el mundo hay guerra por todaspartes y posiblemente el símil sea frívolo, pero conforme empiezael año nuevo el extranjero poco avisado puede pensar que losmúltiples refugios antiaéreos de los años de la Guerra Fría por finvan a ser útiles. El petardeo constante, inmisericorde, lo invadetodo. Paseando por la calle conviene ir escudriñando las esquinasante la posibilidad de que una traca alambicada múltiple bloquee elpaso y lo deje a uno sordo y ciego. La tradición nació como métodode espantar al demonio y es milenaria, se dice, así que estánormalizada. Un policía colabora con unos jóvenes que a la puertade un garaje se disponen a prender una mecha y coloca unos conospara bloquear el paso. Vía libre al estallido.

Debe reconocerse que el jolgorioexplosivo ya no es tan feroz como otros años. El gobierno recordóesta semana que había reducido un 30 por ciento los permisos paravender petardos con el objetivo declarado de no contribuir aespesar el esmog. Otro efecto es que disminuyeron los accidentes.En Yueyang, en la provincia central de Hunan, murieron seispersonas la semana pasada cuando un animoso cliente decidió prenderpetardos justo en la puerta de la tienda de pirotecniainmediatamente después de comprarlos. Beijing, en cambio, no sufrióbajas.

Es bonito, superado el susto,acercarse de noche a Gulou, la Torre del Tambor, en el extremonorte del centro histórico, y verla iluminada por las luces de losfuegos artificiales que explotan en el cielo. Muy próximo está ellago de Houhai, donde hay mucha presencia de extranjeros, no tantade autóctonos, que esperan a que sean las 12:00 de la noche y elcielo se ilumine. También hay un destacamento policial integradopor jóvenes funcionarios, por si las celebraciones se desmandan.Uno de ellos lamenta no poder sacarse una foto con el extranjeroimpertinente. El capitán desfila cerca y no está para bromas, vienea explicar con gestos.

El petardeo se prolonga demadrugada y partir del día siguiente comienzan desfiles y eventosfestivos por toda la ciudad. Las colas en torno al extenso parquede Ditan, un par de kilómetros al este de Gulou, dan la vuelta a lamanzana, que en Beijing ya es decir, y el tráfico está parcialmentecortado. Conviene que el visitante foráneo no haya celebrado condemasiado énfasis la noche anterior la entrada de la nueva faselunar, porque a media tarde el recinto cierra. Si fue madrugador,habrá podido disfrutar de los tenderetes de las ferias y lasbrochetas de carne de cordero (con acento de Beijing se pronuncian"chuar", aproximadamente) y las representaciones de la centenariaceremonia en honor al dios de la tierra.

Celebraciones como esta se sucedenpor los múltiples templos de la ciudad, desprovistas yaprácticamente del significado religioso con que surgieron. En elparque de Longtan, al sur de la Ciudad Prohibida, no lejos delTemplo del Cielo, se organizan durante toda la semana exhibicionesdeportivas y de artes marciales. La ciudad vive, en definitiva, elmayor periodo festivo del año, y la alegría se desborda.

Es preciso recordar que el añonuevo es una ocasión inmejorable para hincharse a comer jiaozi,esas finas empanadillas rellenas de carne, verdura, marisco o loque a uno se le antoje.

Última advertencia: no se corte elpelo durante un mes. Es un augurio negrísimo. Una fuente consultadaasegura que de hacerlo aumentan exponencialmente las posibilidadesde muerte de un tío, si bien resultó imposible determinar si setrataba del materno o el paterno. Bienvenido sea, en todo caso, elaño del gallo.

Agencia Xinhua


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